28 marzo 2024

T R A J Í N

¿Mi maravillosa vida?

 ¿Mi maravillosa vida?

POR MARÍA TORRES.

La mujer hoy no parece ser distinta a la de antes. A pesar de lo que se dice de la emancipación, la mujer sigue sujeta a viejas responsabilidades. Es madre, esposa, guía… Trabaja dentro y fuera de su casa, es corresponsable y a veces solamente la única responsable del futuro y presente de una familia. La mujer se hace necesaria hoy más que nunca. No se puede prescindir de ella. Pero ella está atrapada entre sus obligaciones y las muchas posibilidades abiertas en la vida.

Estas reflexiones se derivan de la película polaca Mi maravillosa vida (My wonderful life), 2021, dirigida por Lukasz Gregorzek, protagonizada por Agata Buzek, que se puede ver en Netflix.

Es la historia de una mujer sobre la que pesan diversas responsabilidades, un marido, dos hijos (uno de ellos casado y con un hijo y su esposa) y su madre; todos viviendo bajo el mismo techo en un pequeño departamento. Además, ella es profesora de inglés en la misma escuela donde su esposo es el director. El conflicto se presenta cuándo es posible que se descubra que ella tiene un amante.

La película se centra en la vida doméstica y en lo que ocurre dentro de ella. La historia nos permite observar las complejas relaciones que tienen las mujeres en el núcleo familiar. Es madre del esposo y de sus hijos, es madre de la propia madre, y de la nuera. Es la madre de toda la familia. El personaje experimenta las contradicciones de la curiosa y difícil igualdad de géneros.

Si toma el control de todo no es porque lo busque, es porque los demás eluden asumir sus responsabilidades. Incluso en la misma escuela, ella asume indirectamente responsabilidades de su esposo, enfrentándose a sus propios compañeros de trabajo. Al hombre le conviene dejar toda responsabilidad en ella, le es cómodo, se hace a un lado, aprovecha la ventaja, no se desgasta, representa la figura del padre bueno y se evita conflictos cediendo el poder dentro de la familia. Las decisiones importantes las asume ella.

Hay detalles simbólicos. La esposa tiene al menos unos 10 centímetros más de altura, frente a la estatura del esposo. Una representación simbólica de la superioridad de la mujer frente al hombre. Ella maneja el automóvil y no el esposo cuándo van a su trabajo. Ella tiene un amante, él no. Ella fuma marihuana, al marido le cuesta trabajo beber alcohol. Ella tiene un departamento donde ve al amante. Aunque ella es tan proveedora como su esposo, no recibe las atenciones que él tiene de ella ni sale a pasear y a divertirse como él lo hace.

Es cierto que esta mujer ha logrado incursionar en el campo laboral. Pero aún no tiene un puesto directivo. Incluso, para defender su causa debe renunciar, porque al final su control es fáctico, no formal. Comparten el papel de proveedor. Pero ella poco le exige a él que participe, que asuma responsabilidades, que atienda necesidades, porque se interna en el rol tradicional. Ella todo lo decide.

Ante una situación como ésta la pregunta obligada es ¿cómo debe actuar la mujer para realmente separarse de los roles tradicionales?, ¿no casarse?, ¿no tener hijos? Porque si se casa y los tiene de una o de otra manera va a terminar cumpliendo un papel tradicional.

En este caso, la protagonista es necesaria para todos, por lo que difícilmente van a permitir que ella salga de sus vidas. La mirada del director advierte una realidad incómoda: las mujeres no pretenden tomar “el poder” sino lo que persiguen es un equilibrio en la toma de decisiones, y equidad en el campo laboral.

No obstante, las desigualdades persisten, pues el hombre aún conserva privilegios domésticos y laborales, mientras la mujer lo que ha conseguido es aumentar sus responsabilidades.